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Ancla 1

La Vieja Guardia

-Amor, ¿me amas? Vuelve a preguntar juntando sus manos a las suyas, las lleva hasta su pecho apretando firmemente mientras la ve a los ojos. 

-Claro que si amor, per… 

-Abrázame, abrázame y no me sueltes, cierra bien los ojos, no importa que escuches, no me sueltes por nada, por favor, abrázame con todas tus fuerzas y no abras los ojos por nada del mundo. 

-Pero ¿Por qué? 

-Hazlo amor, por favor. El brillo en sus ojos transmitía una angustia que no podía controlar, se voltea dándole la espalda, ella se aferra a él con todas sus fuerzas, cierra los ojos tal como se lo pidió estrechando sus mejillas a su espalda, el aire continuaba soplando fuertemente, había corrientes que conseguían moverlos, de la nada ella se asusta con la voz de él, una voz fuerte, firme, pocas veces lo había escuchado de esa manera- ¿Quién eres? -nadie contestó, el viento seguía fuerte- no estoy jugando y lo sabes -seguía sin contestar nadie- está bien, si no quieres salir, me puedo encargar de eso- los botones de los puños de la camina manga larga que llevaba comienzan a desabrocharse mientras habla- ésta, es tu última oportunidad- dice mientras comienza a dibujar algo en la palma de su mano derecha con el dedo índice de su mano izquierda- no te asustes amor- dice en voz baja- muy bien, en nombre de- el dibujo de su mano comienza a brillar, Mónica se percata de que algo sucede,siente una rara sensación, algo caliente comienza a envolverlos. cierra los ojos con más fuerza- ¿ah sí? bajas tu fuerza, chico listo, sabes lo que te conviene, ahora muéstrate o hago que te muestres.. 

Un largo silencio se produce, el viento cesó desde antes que cayera el silencio, Alberto no parecía que fuera a bajar la guardia, estaba preparado para luchar, sin importar contra que. 

-¿Nos podemos ir? Apenas con un pequeño hilo de voz Mónica pregunta. 

-No amor, aún no. 

-¿Qué está pasando? Con un nudo en la garganta y algunas lágrimas rodando por las mejillas se aferra a su amado. 

-Te prometo que nada más bajemos de aquí te explico todo, confía en mí mi vida. Mónica lo aprieta con más fuerza. 

-Por última vez, sal, ya -el silencio seguía siendo el señor de la cima- muy bien, tú lo has querido- en el nombre de… 

-Espera -dice una voz a lo lejos, pareciera una voz cansada, era pesada y ronca, algo sin vida- saldré. 

-¡Ahora! Espeta con furia. 

El viento vuelve a soplar, esta vez el viento no tiene una dirección específica, hace revolotear todo, un pequeño remolino se forma a escasos metros de ellos. 

-Me lleva la… -muerde su labio inferior intentando controlarse- ¿Qué diablos quieres? 

-Vengo por usted señor, me mandó… 

-No me importa quién te mandó, ya lo deberían de saber, dejen de estar chingando, lo digo en serio, vete y dile a tu maestro que no me esté molestando. 

-No me puedo ir sin usted señor, tengo mis órdenes. 

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