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Ancla 1

La Vieja Guardia

-¿Recuerdas la última vez que estuvimos aquí? Pregunta él con su sonrisa tan picara, una de sus características más sobresalientes, la picardía y sazón con la que se expresa. 

 -Nooooo -dice ella con la misma picardía con la que él realizó la pregunta- no mamol, nosotros nunca habíamos subido hasta acá arriba, no sé de qué me hablas. Lo toma por el cuello hasta besarlo bajo la luz de las estrellas y la luna. 

-¿A no? -le responde mientras lentamente acerca sus labios a su oído derecho- ¿tendré que recordártelo entonces? -continua entre susurros. 

Andar en motocicleta en un día como ese es un gozo, el clima caluroso hace que sea una gran experiencia, se sienten libres, con el aire en el cuerpo, llegan hasta la cima de una pequeña colina, Finisterra, es el nombre de aquel lugar, hacía ya mucho tiempo que no iban, ahí hay un pequeño parque que disfrutan visitar, antes era su estadía más común, sin embargo, desde hace más de un año que casi no lo visitan, hoy sin saber porque, Alberto comenzó a manejar hacía allí, el parque está a penas a unos tres minutos desde el cine. 

-Ven -le tiende la mano para bajar por las escaleras. 

-No -le responde con una sonrisa pícara y vacilona- vamos para allá. 

En la cima de la colina, fuera del camino, hay una pila de agua abandonada, alguna vez se utilizó para suministrar toda el área, pero ahora sólo es una construcción muy grande, con más de ocho metros de largo y quince de ancho, de unos cuatro metros de alto, debió alberga mucha agua, desde la cima se puede apreciar todos los hoteles del corredor turístico, y una buena parte de la ciudad. 

-No mamol, es enserio, yo no sé de qué me hablas… 

De pronto, sin saber nada, sin entender el porqué, la cara de él se desencaja por completo, la mira directamente, como cuando comenzó a jugar, sus brazos la rodean, pero su rostro refleja una especie de miedo, pareciera que está preparado para atacar, no es la primera vez que lo vea así, entiende, de algún modo, que él se ha percatado de algo, no se lo va a decir, pero a él, no le agrada lo que sucede en torno a ellos. 

-¿Me amas? Pregunta de la nada. 

-Si mamol, claro que sí, pero ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? Pregunta un tanto frenética. 

-No preguntes mi vida, vamonos. 

La toma del brazo, a pesar de que intenta ser sutil, una notable preocupación creciente en su interior le provoca un descuido y jala con más fuerza de la hubiera creído. 

-¡Ay, Cuidado! Me lástimas. Mónica se queja del acelerado jalón de brazo que recibió. 

-Perdón bebé, pero nos tenemos que ir. Dice sin preocuparse por el desagradable momento. 

-Pero ¿Por qué? Pregunta una y otra vez la razón del cambio abrupto de humor.  

-Muy tarde. Dice al frenar en seco. 

Una fuerte corriente de viento los abraza, el suave vestido blanco con negro de Mónica, se alzó por la tempestiva corriente de viento proveniente de ningún lugar. 

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