


Apnea Capitulo III

Después de tres horas de tenerlo en mi mano y de innumerables chistes que medio escuché por estar hermético en mis pensamientos decidí probarlo. Estaba delicioso, un sabor exquisito.
Cada uno de los elementos que lo componían se fundían en un deleite. En mi boca se formó a algo comparable a la novena sinfonía de Ludwig Van Beethoven para los oídos. Era obvio que esos sabores estaban potencializados por más detalles invisibles para los que no entendían el suceso de esa mañana.
-Me chingué – dije esa misma tarde- ya me chingué güey, no hay de otra.
- ¿De qué mierdas me hablas? Me dijo con su hot dog a medio morder.
Le conté lo que sucedió horas atrás, cada detalle y como me hacía sentir. Lo confundido que me tenía esa situación, como era que nada comprendía.
Siempre fui un vago que disfrutaba de aventuras, era un torbellino al que algunos nombraban el diablo, pero eso no era para ella, nada de lo que soy es para ella…
Un conflicto emocional muy fuerte emergió esos días…
Cada día al empezar lo primero que hacía era mandarle un mensaje de buenos días. Sin programarnos nos veíamos en las bancas de la cafetería para platicar, entre clases charlábamos, todo el tiempo nos buscábamos para estar juntos.
Un sábado mientras trabajaba recibí un mensaje de ella. Sus amigas habían ido a hacer alguna tarea a su casa y querían comer, yo trabajaba como repartidor de hamburguesas así que les llevé.
Salió junto a sus amigas a recibirme la comida, las demás a penas y tuvieran las bolsas en sus manos, con toda la picardía del mundo nos dejaron a solas. Era inevitable, estábamos en zona segura, nos besamos, cada beso me sabía a gloria, eran muy pocos y escasos, por lo que cuando podía disfrutar de la ambrosia de sus labios era de gran júbilo.
Es gracioso pensar que se suponía que lo nuestro era un secreto de estado y nuestros amigos nos ayudaran a vernos. A veces nada tiene lógica en la vida.
El siguiente sábado, después de toda una semana platicándome de su clon fui a verlas a su casa, ella traiga una blusita verde con círculos blancos y un pantalón de mezclilla deslavado, era más blanco que azul, pero como todo, como siempre, se le vía hermoso.
Escucharlas media hora hizo que me hiciera bolas, para ambas la otra era el clon, ambas decían y presentaban a la otra como su clon, su juego era extraño pero entretenido.
Tenían ciertas similitudes en gustos y otros detalles, pero lo más curioso era que la pareja de ella se llama igual que yo, pero no sólo eso, compartimos el mismo día de cumpleaños, eso sí me pareció curioso.
La chava se fue a eso de las cinco y media, yo me quedé a acompañar, el dolor más rico que he sufrido. Para estos momentos yo ya no pensaba, ya no era yo, me movía sin entender porque, me limitaba a disfrutar su compañía.
En los días de lluvia la ciudad se inunda, suspenden las clases. Para los alumnos es lo mejor de las temporadas.
Un jueves entre las diez u once de la mañana. Erika y yo corríamos por los pasillos de la prepa brincando entre charcos como si tuviéramos cinco años. Llegamos hasta el laboratorio, pero no entré, ella me veía y se reía.
Para ella era curiosa mi personalidad, a veces podía ser el niño más consentido y chipilón que el mundo había visto. Hacía mis berrinches, comía golosinas, brincaba en charcos y miraba caricaturas. Pero en otras era un hombre formal al estilo medieval, solemne y hasta sombrío. Me gusta pensar que esa dualidad es la que hizo que me volteara a ver.