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Ancla 1

Apnea Capitulo II

            -Perdón -le dije- como siempre me dices que no, se me hizo muy lógico que esto también no se debía saber, además, no sabía que tú le habías dicho, hice lo que creí mejor.

 

            Ese momento fue una pequeña discusión, ella aún seguía buscando como cuidarlo, aunque no supiera como, quería tenerlo bajo su regazo, pero al mismo tiempo intentaba darle paso al siguiente capítulo de su vida. Me pregunto quién estaba peor, si ella o yo.

 

            Al cambiar de tema me mostraba sus fotos, me sorprendió al darme una foto y preguntarme qué edad pensaba yo que tenía en esa foto, la vi y dije dos o tres años.

            -Tengo un año. Me dice sonriendo. Veo la foto y es una bebé enorme.

 

            -Pues no haz crecido mucho que digamos ¿verdad?

 

            Es una mujer pequeña, chaparrita, un blanco fácil para la burla y la carrilla. Por ese detalle comenzamos a pelear, en medio del juego terminamos abrazados, muy juntos.

            Miré sus labios, pequeños, rosados, una curva perfecta en cada uno hacían que cerraran, como en esos dibujos famosos donde el artista dibuja la perfección, nada más que estos no eran dibujos y los tenía frente a mí, a escasos cinco centímetros.

 

            Mi mundo se volvió loco cuando se los mordió. No había un paso atrás, no podía haberlo, yo lo buscaba y era claro que ella también. No puedo concretar quién fue el que tomó la iniciativa, pero nuestros labios se fundieron en uno solo. Un pequeño beso tierno, un beso dulce, algo ajeno a mí, pero algo que amé. Sus labios eran un néctar dulce y suave, pero a la vez, era espeso, como lo es la miel. Difícil de describir, pero imposible de olvidar…

             Esos diez segundos hicieron que todo el mundo se borrara, por diez segundos no hubo nadie más, sólo por diez segundo. Al instante que siguió después de que nuestros labios se despegaran un vacío en el estómago apareció. ¿remordimiento? Muy probablemente. Que ella y yo nos acercáramos significaba que le hacíamos daño a alguien más. A alguien que no lo merecía.

Nos vimos a los ojos, pero luego nos escondimos el uno del otro, nos apenaba la situación, pero lo queríamos.

 

            -No pensé que fuera a ser tan rápido. Me dijo jugando con sus dedos.

 

            -Perdón -le contesté- es mi culpa…

 

            -Es culpa de los dos -me dijo- no nada más tuya. Un largo rato de silencio cayó sobre ambos, era un pecado, un dulce pecado que cometíamos placenteramente aún a sabiendas del mal que causaba.

 

            -No me importa -rompí el silencio- mañana tendré todo el día para arrepentirme. La miré con una picara sonrisa. Me la contestó igual.

 

            Un segundo beso fundió el remordimiento en un templo de pasión y tal vez amor, un amor que nacía contra todo pronóstico.

 

            Un segundo beso entró como el bisturí listo a hacer su trabajo. Cortó las estadísticas y mandó a dormir las dudas: hoy no, hoy es su noche les dijo a todas, a la preocupación, a todos los que dirán, a todas las dudas. El besó terminó en un abrazo envuelto en silencio, cobijado por la complicidad de las duras paredes de concreto y la comodidad de una casa sola.

 

            Es imposible describir el tiempo en el que el silencio reinó, yo la veía y no podía creer que la tuviera conmigo. Me era difícil de sobremanera entender como aquella mujer, aquella hermosa mujer estuviera casi dormida en mis brazos. Ella, creo y quiero creer, se sentía protegida, yo, era la primera vez que sentía aquel calor real, el calor de una posibilidad real de hacer algo bien. Por primera vez hacer algo bien.

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