


Apnea Capitulo II

En menos de un minuto estaba parado frente a la puerta de su casa. Toqué con miedo, salió su mamá, le pregunté por ella. Cuando salió, lo primero que me dijo me dio risa.
-Te voy a matar -se tapaba el rostro- ¿por qué me haces esto? Yo no entendía de que hablaba, traía una blusita blanca, un pantalón tipo pans que no puedo recordar el color y una pantufla.
-No digas nada -siguió- eres el único que me ha visto así. Con las manos se tapaba la cara.
-Quieres que me voltee o qué onda. Le dije riendo.
-Sí, es más, tápate los ojos.
Estuvimos algunos minutos con ese tema, cada vez que recordaba que no estaba maquillada me lo decía. Sin embargo, lo único que podía pensar yo era: que bonita es, no necesita maquillaje.
Una vez que estuvo más calmada me preguntó por qué estaba ahí, le dije que la quería ver, que no estaba cómodo sabiendo que ella estaba mal.
Me contó lo sucedido, como salieron y él le estuvo rogando toda la noche. Que la llevó a recorrer varios lugares, e inclusive que fueron a casa de él con sus papás. Por esos días se acababa de inaugurar una nueva plaza y quien fuera su suegro se empecinó en ir.
Por lo que me contaba y la veía ella estaba enojada e incómoda, había decidido terminar con él y él no se lo ponía fácil. Más de tres horas duraron para poder terminar, hasta que por fin la llevó a su casa.
Estuve media hora con ella escuchándola hablar, calculé el tiempo para que en el trabajo fuera normal mi tardanza, me retiré abrazándola.
No pensé que pudiera suceder lo que vi al día siguiente. Para variar nos encontrábamos varios reunidos cerca de las escaleras al segundo piso. Él pasó con rumbo a dirección, para todos fue una sorpresa cuando ella fue por él y lo trajo.
Entendía que habían terminado pero que no por ello debían odiarse o tratarse mal, pero eso fue raro. Ella ese mismo día me explica que sufre del síndrome de Wendy. Nunca había oído de eso, su explicación me molesta un poco, no por lo que hacía, sino por lo que dijo.
-Siento la necesidad de cuidar a los demás, no puedo dejarlos cuando los veo débiles. Él es muy débil y hasta de cierta manera tonto. Por eso me da cosita dejarlo.
No me agradó para nada su explicación, y aún menos como prosiguió.
-Él es como Peter Pan, no quiere crecer, es un niño grandote, ahora imagínate como soy con él, a veces me siento como su mamá, siento que lo que tengo que cuidar…
Mi cabeza giraba, entendía sus palabras, todas y cada una de ellas, tenían lógica pero no me agradó la manera en que se expresó de él, como si fuera alguien débil al que tenía que cuidar.
Después de ese día me di a la tarea de saber cómo me veía a mí.
Toda esa semana me confundió, no comprendía lo que pasaba, a solas ella y yo éramos algo, pero no podía haber nadie más porque se distanciaba. No me podía quejar ella acababa de terminar con alguien que de cierta manera era cercano a mí y lo peor de todo, por él era que nos conocíamos.