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Ancla 1

Apnea Capitulo I

- ¿Ya estás mejor? Le pregunté de golpe.

 

-Sí, Gracias. Me regaló una hermosa sonrisa en agradecimiento.

 

-Prepárate -Fue lo único que le pude decir- porque ahí viene.

 

Sus ojos fueron remplazados por dos enormes platos, se levantó y me dijo vámonos.

-No -Le contesté en seco- ya nos vio, se va a ver muy mal que nos vayamos.

 

-Pero no quiero -me dice casi llorando otra vez.

 

-Tranquila, no te voy a dejar sola.

 

Se sentó más a fuerza que con ganas, se hizo bolita y miraba hacía el suelo. No podía ni moverse de lo tensa que estaba.

Mi cara fue de incredulidad, a escasos dos metros de nosotros dio la vuelta y se fue. ¿Qué pedo? Fue todo lo que pensé.

 

-Si te quieres ir es ahora -le alcé el rostro limpiando su mejilla- no nos vio o se hizo güey.

Aun no terminaba de hablar cuando se puso de pie y me jaló, ella corría estirando mi brazo. Yo me sorprendí por su determinación o miedo. Pero al dar la última vuelta, volteé a ver hacía atrás y nos seguía.

 

-Nos vio -le dije cuando se detuvo- viene atrás de nosotros.

 

-Vámonos -me volvió a pedir.

 

-No, ya nos fuimos de allá, si nos movemos otra vez, se verá muy mal.

 

En eso él llegó, llegó sonriendo, era una sonrisa tímida. Sabe que la regó, pensé. Me saludó, cuando quiso saludarla, ella se giró y se escondió detrás de mí. La pared del último salón de clases y mi espalda la escondían, creo que se sentía segura.

 

- ¿Qué pasó? Le pregunté con cara de preocupación, le hice señas con la mano hacía ella.

 

-Nada -me dijo y empezó a reír, con su dedo índice derecho hizo señas al lado de su oreja derecha, su dedo giraba.

 

En ese momento tuve que apretar los puños para no golpearlo. Me invadió un coraje y una impotencia como no sentía en años, por más que quisiera no podía hacer nada. Nunca me imaginé que al cambiarme de turno quedaría en medio de una relación. Él, uno de mis pocos amigos, ella, alguien de la que cada día me iba enamorando…

 

Hubo casi un minuto de silencio, ella escondida, yo tratando de controlar mi ira, mientras él se limitaba a reír. Sacó una libreta de su mochila y me la dio.

 

-Se la das por favor -me dijo y se fue. Lo vi alejarse hasta que un salón de clases lo ocultó de mi vista.

 

Por mi mente pasó, que cobarde, después reaccioné que tal vez sería lo mejor. Por instinto al moverme quise leer la carta que estaba escrita en la libreta, pero me detuve, no es mía.

Me giré hasta que la abracé, al sentir mis brazos sobre ella, volvió el llanto. Cayó hasta el suelo, pero nunca la solté, me tiré a su lado hasta que se calmó, no sé porque en ese instante besé su frente. Acaricié su cabello hasta que volvió a estar en sí misma.

 

-Mira -le dije mostrando la libreta- me dio esto, primero cálmate y luego lo lees. Hizo caso omiso a mi consejo.

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