


Apnea Capitulo I

Recuerdo como esos días, poco a poco nos acercábamos, platicamos varias cosas, me contó de su familia, de sus tres hermanas y sus sobrinos. Algunas cosas me las empezaba a contar y se detenía de pronto sin darme explicaciones. No estaba preparada a ser tan abierta conmigo, aunque ella así quisiera.
Cada vez que la veía aprovechaba la situación para decirme una y otra vez -Soñé contigo- al principio creí que era un juego de ella, algo que sólo decía para sacarme plática. Muy dentro de mí, esperaba que no fuera así, en verdad quería que soñara conmigo.
Poco a poco mi paciencia se fue acabando. Todos los días me contaba algo malo de él, algo que no le agradaba. En las primeras charlas sobre él, lo defendí, era mi amigo, sentía que debía hacerlo, pero dentro de mí no quería. No pasó mucho cuando cambié de -Entiéndelo, si lo amas ayúdalo a entender- a -Muy bien, si piensas eso ¿Por qué sigues con él?
Un día, en verdad recuerdo ese día, cada detalle, puesto que todo cambió ahí…
Viernes, para variar llegué tarde a la escuela, entré sin la camisa puesta, me detuve en la entrada y yo mismo abrí para meter mi moto. Erika me pasó la tarea, y, a eso de las diez de la mañana, salimos del salón juntos, la acompañé al baño. A escasos metros del baño, estaba ella sentada, daba la espalda a donde estaba yo por lo que no me vio.
Su amiga, me miró de lejos, ver sus ojos me indicó que algo estaba mal. Esperé que Erika saliera del baño para no llegar solo con ellas, en ese instante dos emociones me invadieron, la primera fue de preocupación, la segunda rabia. Sus ojos estaban rojos, por sus mejillas se marcaban los caminos que se hacen las lágrimas cuando escapan de los ojos.
Deseé en ese momento con todas mis fuerzas que no fuera lo que estaba pensando. Al verme, rápido pasó sus manos por las mejillas borrado el trabajo que había hecho el agua fugaz, fue una reacción por instinto debo añadir, no quería que yo, o nadie más la viera así. Me senté a su lado, no dije nada, me limité a abrazarla, volvió a soltar el llanto.
Nunca la había tenido tan cerca, no soy de contacto, soy celoso de mi espacio personal. Cuando ella se recargó en mi pecho, a pesar de la situación, me sentí alegre.
- ¿Qué pasó? Pregunté sin mucho ánimo de saber una vez que se retiró de mi regazo.
-Lo mismo -contesto mientras limpiaba su rostro- Ya no sé qué hacer con él.
-Deberías de pensar más en ti, mira cómo te tiene por niñerías.
No quiso hablar, me pidió que me quedara a acompañarla, no entramos a más clases ese día, nuestras compañeras nos dejaron solos.
Después de cuarenta minutos ya la había hecho reír, me contó que un primo vivía con ellos, como estaba traumada con su casa, conocía todos los sonidos que producía. Me explicó como distinguía el caminado de su familia y que, con el simple hecho de oír, sabía quién caminaba.