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Ancla 1

Apnea Capitulo I

Nuestros amigos se acostumbraron rápidamente a vernos juntos, incluso, a vernos a veces abrazados. Esta situación me gustaba mucho, en verdad, pero me sentía tan incomodo al estar con ella y al mismo tiempo quería estarlo. Era un placer, un placer culposo, como el que se da cuando tus padres te castigan sin ver televisión, pero te las ingenias para verla a escondidas. Como cuando vas a la casa de tus abuelos y ellos te dan dinero a escondidas. Los placeres vienen en diferentes versiones, en diferentes tamaños y formas, para mí, el verla era el principal placer.

 

Muchas veces me sentí incómodo, ya fuera él o ella me buscaban para platicar los tres. Yo sabía bien que ella cautivaba mi atención más allá de una simple charla de amigos, por eso me incomodaba.

Alguna vez, cuando aún estaba débil y enfermo, un viernes al salir de la escuela me pidió que la acompañara hasta que llegara él.

 

Fue uno de los mejores días que pasé, la conocí un poco más, pero sabía qué hacía mal, pero a mi interior eso no le importaba.

 

Fueron dos semanas las que pasaron antes de volver a trabajar, mi mejor amigo, fue el primero en saberlo.

- ¿Y qué te detiene? Me dijo con el mayor de los cinismos.

 

-Sabes bien que me detiene -Su cara de bobo me dijo que no tenía ni idea- si fuera el Eliot o cualquier otro güey me valdría, pero no es así, él si me cae bien, es compa.

 

-No veo la diferencia -Esas últimas palabras me hicieron reflexionar, saber hasta qué punto éramos que no nos importaría lo que sucediera con tal de hacer lo que queríamos - ¿y… ella? su mirada y voz me hizo recordar algo que ocultaba.

¿Y ella? Eso si heló mi sangre y me detuvo a pensar, todo este tiempo había pensado en volver con ella, en buscarla, pero desde hace dos semanas que salió de mi cabeza.

 

El mismo día que volví al trabajo, ese día supe que no era nada más yo él que pensaba en algo que no debía ser.

 

Un lunes por la mañana, estando en medio de la plaza con mi compañero, el chico con el coqueteaba, otros compañeros y yo, llega ella y me jala, me retira de los demás muy a su estilo “sutil”.

-Adivina qué. Me dice un tanto sorprendida.

 

- ¿Qué pasó? Lo primero que llega a mi mente es que volvió a pelear con él, que pasó algo muy fuerte, terminaron, está embarazada, cuando pensé eso me entristecí un poco, pero justo en ese momento recordé que, ambos, me habían contado que no tenían relaciones, que de hecho él era virgen. Por algún motivo no le creía a ninguno, pero de alguna manera, esa era mi esperanza.  

 

Su sonrisa, una mezcla extraña, similar a la de una niña pequeña cuando recibe un dulce, pero al mismo tiempo como el de un león asechando, fuerte, determinado, imparable, su sonrisa coqueta y seductora. La mujer más peligrosa del mundo, a los ojos de los mortales, dulce y tierna, a los ojos de los dioses, vil y destructiva, la combinación perfecta para perder la cabeza.

-Soñé contigo. Me dijo sin titubear. Mis ojos se desorbitaron ante la expectativa y duda.

 

- ¿Qué soñaste? Le pregunté impaciente.

 

-Eso no te voy a decir. Se levantó y se fue. Me dejó con la palabra en la boca sin permitirme si quiera pensar o protestar ante su inminente huida.

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