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Ancla 1

Apnea Capitulo I

Al siguiente lunes no sabía qué hacer, estaba solo. En mi salón no me llevaba con nadie. Unos días antes casi quemo a un chico que me cayó mal por andar de presumido y ahora creo que todos me tienen miedo. Todos me temían excepto Erika, ella tampoco se la pasaba en el salón, comenzamos a caminar juntos, eso hizo que nos acercáramos sin querer más aquella chica.

 

Un chico con el que ella coqueteaba iba con ella… con… ese nombre me ha perseguido desde que nací.

 

Los días en el nuevo turno fueron, para mí, algo extraños. No sé cómo, pero poco a poco ella y yo nos fuimos acercando. Cada día, ya fuera ella o yo, pero uno de los dos nos buscábamos. La primera vez que pasó me sorprendí, a mitad de la clase volteé hacía afuera y la vi sentada, muy tranquila esperando que saliera.

Me pareció extraño verla ahí, pero al mismo tiempo me agradó tanto ver que me esperaba.

 

- ¿Pasó algo? Fue lo primero que le dije cuando salí.

 

-No, sólo venía por ti. Una respuesta simple y contundente.

Ese día cambió muchas cosas, cada vez que los veía juntos era evidente que se querían. Imaginé siempre que tendrían sus roses por ser tan diferentes, pero nunca imaginé que las dimensiones fueran tan abismales.

 

Ella necesitaba desahogarse, creo, así como también creo que me buscó específicamente a mí para que hablara con él. Yo como a cualquier otra persona, lo defendí, hablé como hombre y le dije lo estúpidos que somos y que él la quería.

-No te desesperes, habla con él y dile lo que sientes, vas a ver que, si agarra el rollo, no está tan tonto.                                                                 

 

-Es que ya hablé con él muchas veces -me decía en repetidas ocasiones- y nomás no pasa nada, me desespera mucho.

-Te entiendo, yo también me desesperaba con mi ex, ella es mucho más chica que yo, pero la quería ¿qué podía hacer?

 

-Pero no es igual, acabas de decir que ella es más chica, era normal que te pareciera inmadura, pero él no está chiquito.

 

-Es más chico que nosotros. Le dije intentando hacer un chiste para relajarla.

 

-Sólo son unos meses, está grande para hacerse el tonto, ese es el punto.

 

-Bueno sí, está grandecito, no te lo discuto, pero ¿qué quieres? Le pregunté viéndola a los ojos.

 

-Lo quiero mucho. Me responde tratando de esquivar mi mirada.

 

-No te pregunté si lo querías o no, te pregunté qué quieres.

 

-No sé…

 

Recuerdo tan bien esas palabras, ese no sé, era un hartazgo como no había oído hace muchas estrellas.

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