



La Caída del Gigante
-Está bien -se escucho decir una voz que ahogó el silencio perturbador- puedes quedarte -los ojos de la pequeña hada se dilataron de emoción al oírlo- si me haces un favor antes.
-Dime, si lo puedo cumplir, con gusto lo haré. La pequeña hada llena de emoción por ser recibida comenzó a dar vueltas de alegría en el aire.
-Quiero que le lleves un mensaje a Francisco, quiero que le digas, que sus días están contados, lo único que he hecho desde que llegué aquí es jugar, pero que esos juegos están pronto a acabarse.
Una risa contagió a todos en aquella tienda, el hada no entendió el motivo de la misma, sin embargo, salió presurosa hasta el rey de las ARMYS al cual le contó todo lo que había visto y oído, Francisco estalló en cólera al saber que su enemigo hacia todo aquello sólo para burlarse de él, pero cuando el hada le dice que se irá con él todo resulta aún peor, decenas de copas vuelan por el aire tratando de golpearla pero ninguna da en el blanco, al final, antes de abandonar el cuarto del trono, Francisco escucha el mensaje que le fue enviado, entre un bufido y una risa ahogada y sosa corre a todas las pequeñas hadas que lo habían acompañado desde el inicio de la guerra.
Los días continúan pasando sin ningún cambio, día y noche pasan igual al anterior, la luna en el cielo es la única que cambia, cada noche, ven salir al Linkain montando su corcel y a su reina sobre él, haciendo el amor.
Esta escena al principio llamó la atención de los soldados ARMYS, pero al saber la intención del enemigo comenzaron a ignorarla, una semana más y vieron como nuevos caballos, hombres y mujeres salían a realizar el mismo acto, montados sobre bellos corceles hacían el amor mientras los hombres detrás de las murallas se escondían de la batalla.
Al llegar el día número veintiuno, cuando el Linkain salió, Francisco realizó lo mismo, desde una torre, él y su mujer desnudos hacían el amor, el Linkain no prestó atención, siguió con su acto normal, sus hombres igual, acabado el acto regresó a su tienda, la pequeña hada quiso hablar con él, ya tenían más de una semana ahí y seguían sin entender nada de lo que sucedía.
-Rey -Dijo la pequeña parándose sobre un plato lleno de fruta- hoy Francisco realizó el mismo acto que tú y los tuyos pero no hiciste nada ¿por qué?
El Linkain, tranquilamente toma una de las manzanas del plato y se la lleva a la boca, después con un beso en los labios de su amada le da la manzana, sonríe viendo la incertidumbre en todas las pequeñas que llegan a oír la respuesta.
-Cuando hago el amor, no dejo que nada me distraiga -tranquilamente se pone de pie y camina hasta una de las ventanas en la tienda- miren -apunta con el dedo índice de su mano derecha- ¿qué es lo que ven?
Todas se amontonan intentando ver lo que les apunta, unas a otras se voltean a ver y nadie comprende que es lo que se les muestra.
-No entiendo. Dice la hadita.
-No hay nada. Responde el Linkain.
-Por eso, no entiendo.
-Acabos de entrar, y en las murallas no hay nadie, eso no es normal. El hada no comprende lo que se le dice, la noche transcurre normal, las hadas apenas y duermen pensando en lo que tenían que ver y nadie comprendió.
Un altercado se sucita esa mañana, un grupo de hombres intentaban meter víveres a la fortaleza, a unos kilómetros por uno de los ríos que pasan por debajo de los muros de piedra, una cuerda subterránea arrastra cajas pesadas, los hombres fueron capturados amarrando cajas a cuerdas, fueron puestos, junto con la comida, a la vista de todos en la fortaleza.
Los ánimos dentro decaen, al llegar la noche, como es de costumbre, el Linkain y sus hombres comienzan con sus preparativos para salir otra vez a escena, dentro de la fortaleza se preparan por igual.
A la misma hora de siempre, sale a trote lento, mostrando la elegancia de su corcel, la fortaleza de su trabajado cuerpo y la belleza de su hermosa mujer, Francisco hace lo mismo y sale a hacer el amor por el mismo balcón del día anterior, las hadas miran por todas partes atentas, miran como el caballo hace su recorrido habitual, como Francisco se esfuerza por hacer suya a su mujer, el desfile de hombres que salen de sus tiendas con sus bellas acompañantes, pero ahora, no es Francisco solo el que hace el amor dentro de las paredes de roca, un grupo de mujeres aparecen semi-desnudas, posándose frente a cada guardia comienzan a hacerles el amor, dentro de las murallas se sucita una gran orgía improvisada, Francisco a la cima y todos sus hombres a los que ve gozar, una vez más, el Linkain, no presta atención, termina su recorrido y vuelve a su tienda.