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Ancla 1

El Primer Gigante

-Arcadio, tienes mucho tiempo que no vienes a verme, te extraño, me has dicho que no siempre puedes cuidarme porque tienes que cuidar a otros y no creo que puedas oír mis palabras pero te quiero, desearía poder tocarte, pero no soy un ser divino como tú, anoche soñé contigo, soñé que me tocabas, que eras físico -las palabras de Amelia se detuvieron y se sonrojó al pensar- no sé lo que es pero no sólo te tocaba como se toca a cualquier otra cosa, tus manos recorrían mi cuerpo y se sentía bien, eres lo único que tengo y no te puedo tocar.

Terminó de decir estas palabras y se recostó en la hierba hasta quedar dormida.

 

Arcadio, un poco confuso se volvió al Linkay.

-Debo preguntar si ya existe una respuesta.

 

-Si la hay, pero no sé si debas saberla.

 

-¿Tan malo es?

 

-Según lo que quieras.

 

-Dime. Arcadio alza la cabeza en espera de algo que seguramente le dolerá.

 

-Tienes prohibido bajar a La Cuna otra vez...

-¿Pero, por qué?

-Si bajas a ella... ya no podrás volver a subir nunca -Las palabras del Linkay

resuenan en la cabeza de Arcadio- dejarás de ser un ángel, pero tampoco serás humano.

 

-¿Cómo?

-Tu divinidad no permitiría que fueras humano de ningún modo, serias algo parecido pero no humano, debes decidir si te quedas aquí sólo como vigilante para toda la eternidad o si bajas y rechazas tu eternidad, ya que serás mortal.

Un vacío en el vientre de Arcadio se apodera lentamente de su vientre, las palabras del Linkay retumban en su cabeza, enmudece por un largo rato, hasta que un pensamiento lo regresa a la realidad, en su cabeza ve como Amelia crece, desde el día que la salvó, hasta hace unos instantes donde la vio hasta quedar dormida.

-Creo que tú, ni ninguno de aquí podrá entender mi respuesta, estamos hechos de amor, eso puede ser verdad, pero no sabemos lo que es, eso es algo irónico, me encariñé tanto con una mortal que he llegado a amarla, prefiero estar abajo y vivir diez, veinte o los años que sean y disfrutar eso que se llama amor que solo decir que soy amor y no entender.

La sala queda en silencio, aun mas que antes, Arcadio espera la respuesta del Linkay el cual queda de pie observándolo sin decir nada, sin que una sola muestra de algo diera su rostro, hasta que rompe el silencio con una frase corta, una pregunta concreta.

-¿Qué decides?

-Bajar a ella. Dice sin dudar.

 

-Entonces baja.

Arcadio camina hacia el punto de lo mortal y observa el mundo en el que ahora vivirá buscándola a ella, a aquella por la que renuncia a su anterior vida, la encuentra dormida donde mismo y sonríe por unos segundos hasta que ve un gran peligro para su amada, dos tigres se acercan lentamente, cazándola entre varios, sin temor baja a toda a prisa hasta ella la cual despierta al oír a las fieras.

-¡Haaaaaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Arcadio, auxilio! Grita Amelia una y otra vez con desesperación, corre entre el bosque huyendo de las fieras, de pronto oye un trueno del cielo y reconoce que Arcadio baja a ella, voltea, ve a un hombre, pero un hombre más alto de lo normal.

 

-¿Ar...Arcadio?- se pregunta.

Aquel sujeto voltea a verla con una sonrisa en el rostro el cual reconoce al instante, era su guardián pero se veía distinto, ahora tenía un cuerpo físico; las fieras saltan a él recibiendo el primer golpe de su vida, asustado se levanta y toma un tronco para golpear a las fieras hasta que las puede espantar.

-Es la primera vez que siento dolor en mi existencia, debo reconocer que no es agradable. Dice Arcadio caminando hacia Amelia.

-¿Arcadio? ¿Pero cómo? Amelia no puede dar crédito a lo que sus ojos ven.

-El cielo me dio a elegir.

 

-No entiendo, ¿qué te dio a elegir?

-Me dio a elegir entre mi inmortalidad y vivir en el cielo sólo observándote desde lejos y que tú nunca me vieras o volverme mortal y morir algún día pero vivir junto a ti y que me pudieras tocar y yo a ti, y ...te elegí a ti.

-¿Pero porque hiciste eso? No tenías porqué hacerlo, yo nací sin suerte, mortal y rechazada, ya has hecho mucho por mi como para encima renunciar al cielo sólo por mí, una mortal más.

-Yo no rechace el cielo, algún día, después de morir volveré a él, ya nunca podre ser un ángel otra vez pero eso no importa, ¿preguntas porqué lo hice? Eso es muy fácil de responder, tu sueño es mi sueño, tú quieres poder tocarme y que te toque, y eso mismo deseo, me dijeron que no era normal que un ángel se enamorara, pero tú lo conseguiste y enamoraste a un ángel.

 

Por unos segundos Amelia queda pasmada ante la respuesta de Arcadio, hasta que suelta en llanto y brinca sobre el nuevo cuerpo de su amado.

-Nuestros cuerpos son distintos, tu tamaño no es normal. 

-Me dijeron que nunca podría ser humano ya que la divinidad que tenía no me lo permitiría, pero es lo más cerca que puedo estar de ti, así me conformo.

Un poderoso estruendo se apodera de las nuevas, ambos voltean a ver qué es y de pronto el cuerpo de Amelia brilla, poco a poco crece hasta ser semejante al nuevo cuerpo de Arcadio.

-Ya entendí -dice Arcadio con una sonrisa, sus ojos brillan de emoción y besa a Amelia por primera vez, un beso largo, muy largo y tierno, con el que conoce el sabor de su amada y confirma sin lugar a dudas que hizo la mejor de las elecciones, volteando al cielo- me dijiste que yo no podía ser humano, pero nunca me dijiste que ella no pudiera ser como sería yo...gracias.

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