


Tal Vez Estúpidos
Son las tres de la mañana y me pregunto ¿por qué nos gusta sufrir? Si sabemos que el amar es un gozo pasajero que deberemos de pagar con lágrimas y sollozos después de unos meses, si por cada minuto amado habremos de ahogarnos en tres de melancolías, si después de cien relaciones que nos dejaron con el alma partida, los puños ensangrentados, la cabeza fuera de lugar y los ojos hinchados seguimos buscando a quien amar.
¿Es acaso que seremos estúpidos? Unos seres sin sentido ni razón que buscamos nuestra autodestrucción, decimos amarnos e incluso algunos cuantos tenemos la insolencia de decir a los demás: “Si no te amas primero no puedes amar a nadie” nos damos de catedráticos en la materia queriendo dar consejos de como realizar este bello arte y no sabemos cómo hacerlo.
Pero vuelvo a preguntar ¿Qué diablos nos pasa? ¿Acaso somos estúpidos? Somos moscas contra una ventana que choca una y otra y otra y otra vez con la esperanza de poder escapar, nos rompemos la cabeza luchando contra algo invisible, una y otra vez vamos a lastimarnos, todo, con la esperanza de ahora sí, esta es la buena.
Los griegos decían que nacimos con dos cabezas y cuatro brazos y que Zeus nos temía por eso nos dividió y ahora pasamos el resto de nuestras vidas buscando quien nos a complete, la biblia dice que la mujer nació de la costilla de Adán, que es nuestra ayuda idónea y que por eso nos necesitamos.
Tantas excusas irrisibles, estúpidas diría yo en realidad, todo por justificar el amor Shakespeareano, siendo que él, lo único que hacía era burlarse del amor, y más aún, de aquellos que lo buscaban, bobadas dirían los ancianos en sus mecedoras.
En la era de las tecnologías es aún peor, se juran amor eterno por medio de las redes para que todos los vean y duran tres meses y el resto del año, una lluvia de indirectas hemos de sufrir los pobres espectadores.
Sin embargo, y a pesar de todo esto, yendo contra la lógica y la razón, donde lo apolíneo y lo dionisiaco chocan y danzan entres el orden y el desorden, donde las musas y las arpías hacen sus fiestas de té, allá en aquel lugar donde más sangre se ha derramado que en ninguna guerra de hombres, es ahí donde este pobre, iluso y estúpido soñador le gusta vivir.
Sí, me declaro estúpido, sí, me declaro un iluso sin razón, engañado por el amor eterno e inmortal de Romeo y Julieta, si vivo, vivo con amor, si este se va, lloro, pero no más, hago mi berrinche para mis adentros, sufro y me quiero morir, deambulo sin razón ni sazón, miro el mar con ganas de meterme y no volver a salir, pero al final, como un nuevo amanecer, como la luna que se renueva cada mes, una nueva esperanza aflora al final de la amargura vuelve a endulzar la vida.