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Ajedrez

Cualquiera que alguna vez haya hecho un plan, haya intentado hacer una estrategia, se sentara frente a una mesa a jugar ajedrez, sabe lo que es hacer un sacrificio.

 

Hay veces, en los que para poder ganar te debes lastimar, uno mismo se debe dañar corriendo el mayor riesgo, de que, a pesar de que te lastimes si las cosas no salen como tú quieres, puedes perder.

 

Ese, fue mi sacrificio, ese fue mi gran temor, te lastimé y te hice llorar y todo fue a propósito, te hice gritarme y odiarme, que te fueras de aquella plaza y me dejaras solo, de pie, mientras yo por dentro, sostenía las ganas de llorar.

 

Sabia lo que hacia, aunque pareciera que no.

 

Sabía que te estaba lastimando, aunque pareciera que no.

Sabía lo que iba a suceder después, aunque pareciera que no.

 

Mandé a mi reina a que la enceraran, una torre y arfil, seguida por un caballo, está ahí, encerrada, no sé si la podré rescatar, pero era parte del plan, si el siguiente movimiento no es el que yo espero, abre perdido, no sólo a mi reina, sino toda la partida.

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